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LA RÍA DE SOLIA


11 de febrero de 2020

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LA RÍA DE SOLÍA

 

 La Ría de Solía, como espacio natural en el contexto de la Bahía de Santander (Cantabria), tiene una importancia ecológica incuestionable. Constituye el único brazo estuarino, del arco suroeste de la misma bahía, asociado a las mayores formaciones vegetales silvestres de su entorno. Sus actuales riberas se asientan sobre terrenos pertenecientes a concesiones otorgadas sobre el dominio público marítimo-terrestre, de mayor extensión que las áreas arboladas.

En una visión global del territorio, la Ría de Solía establece la conexión de la bahía con un amplio corredor natural, que se introduce en la Meseta a través de la continuación de la cabecera de la propia ría, siguiendo después por Riosapero, subiendo por el monte Carceña para bajar luego a la cuenca del río Pisueña; y, ascendiendo, franquea las últimas cumbres montañosas que nos conducen a la Comunidad de Castilla y León.

Hacia 1870, la lámina de agua de las pleamares inundaba una superficie superior a las 270 hectáreas. La explotación de la minería del hierro entre finales del siglo XIX y la mayoría del siglo XX, sobre la inmediata sierra de Peña Cabarga, precisaba de amplias superficies para depositar los lodos procedentes del lavado de las tierras, que envolvían al mineral de hierro aprovechable. Las marismas de la ría, situadas en las cotas más bajas del territorio fueron los lugares idóneos para verter aquellos lodos, en una época en la que se consideraban lugares insalubres y focos de transmisión de enfermedades. El resultado de un período aproximado de un siglo de explotación minera conllevó la reducción de los espacios intermareales de la ría en más de un 80 por ciento.
Reforestaciones preventivas para contener los taludes, unidas al prolongado abandono de las áreas marismeñas desecadas, favorecieron la formación espontánea de grandes superficies forestales. Éstas forman un bosque enmarañado, muy incómodo y laborioso de atravesar, lo cual favorece el refugio y el hábitat de numerosos animales: más de treinta especies de mamíferos, siete de anfibios, seis de reptiles y más de cien de aves han sido catalogadas.

Los abusos de las empresas mineras, que a menudo no respetaban la normativa de clarificación de las aguas antes de verterlas a la ría y arrojaban los lodos a ella directamente, produjeron una importante pérdida de su calado y la coloraron de un característico rojo anaranjado, debido a la abundancia de hierro en su composición.

Otro aspecto destacable es la importancia histórica de la ría. Han aparecido restos paleontológicos como el esqueleto de un mamut; se ha documentado la explotación humana de sus recursos alimenticios marinos desde el Paleolítico Medio; se descubrió en su margen derecha uno de los pocos tramos conocidos de galería minera romana para la extracción del hierro; varias ermitas medievales orlan los alrededores; fue lugar de paso obligado, por el puente medieval de Solía —se ha restaurado uno de sus arcos ojivales, y hoy se puede contemplar—, para los viajeros que se dirigían desde Santander hacia el sur o el este de la Península Ibérica; sus destacadas condiciones posibilitaron el asentamiento de uno de los astilleros de embarcaciones de guerra más importantes del mundo entre los siglos XVI y XVII (el Real Astillero de Guarnizo); ya a finales del siglo XIX se instalaron dos de las primeras refinerías de petróleo de España y una central térmica en sus inmediaciones; …

Por la margen izquierda de la ría se ha acondicionado el trazado del antiguo ferrocarril minero, en una longitud de unos cinco kilómetros como senda peatonal y de bicicletas. La vía continúa su trazado durante tres kilómetros más, hasta llegar a la entrada principal del Parque de la Naturaleza de Cabárceno.

La ubicación geográfica de la ría la ha condicionado históricamente como lugar de paso obligado para las comunicaciones terrestres con el resto de la Península; por ello se ha atravesado hasta la fecha con ocho puentes de carreteras y ferrocarriles. Sin embargo, cuando recorremos la antigua vía minera nos sobrecoge el esplendor de su paisaje agreste y nos asombra la existencia de este entorno salvaje en la proximidad de las áreas urbanas.

Andrés Cabezas Ruiz

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